Decíamos en el anterior capítulo que se acabó la tradicional dependencia de las cosas respecto de la estructura de comprensión del ser humano. Las cosas, decía al hilo, tienen su propio plan al margen de nosotros, su propia realidad, su propia vida independientemente de que los humanos las conozcamos o las creamos conocer: Por ende ellas se dan cuenta, ahora, de que nosotros no las miramos de la misma manera que antes, no hay ya erotismo en nuestra mirada hacia ellas, no hay cercanía o complicidad.
Seguramente la atención del filósofo coreano a una falta de presencia óntica de las cosas mundanas (que se trasluce en una creciente falta de interés sobre ellas, en la pérdida del fetichismo,….) no sea sino que la digitalización y sus consecuencias disruptivas esté haciendo aflorar el hecho de que estamos dándonos cuenta de que las cosas no son en la medida en que las atravesamos y envolvemos con nuestras categorías de análisis y comprensión de la realidad sino que las cosas son entidades de peso ontológico al margen de nuestro entendimiento. Es una tesis antikantiana, de un realismo extremo y nada antropocéntrica; es Ontología Orientada a Objetos (OOO).
El giro copernicano acaecido con la constatación del alcance de la crisis climática, la globalización y la digitalización y el consiguiente procesamiento autónomo computerizado y virtualización de parcelas amplias y centrales del mundo (convengamos en llamarlo DPACV), ha trastocado muchas cosas. Todo ese sentimiento de que las cosas ya no son lo que eran y que Han ha plasmado en el concepto No-cosa no es sino la plasmación de que algunas cosas se están revelando ante nosotros con una entidad diferencial respecto a las cosas mundanas, las que, grandes o pequeñas, siempre han sido abarcables y, en principio, pasivas.
Entre estas cosas, objetos, los hay que, por su inabarcable volumen y complejidad y porque son capaces de revelarse simultáneamente en varios niveles de virtualidad y corporeidad, están forzándonos a una relación con ellos distinta a la que hemos mantenido hasta ahora. Son objetos que, en muchos casos, tendemos a considerar erróneamente como conceptos, como entidades de la ciencia o como teorías científicas cuando no son sino objetos masivos cuyo interface de comprensión e interacción con ellos excede los límites de nuestras categorías. Podemos referirnos a ellos, de forma provisional al menos, como hyperobjetos, siguiendo la convención del filósofo Timothy Morton. Apuntamos también cautelarmente el referente metaobjetos, introduciendo así una referencia cercana a la terminología de las ciencias de la computación que más adelante nos será útil.
Por medio de un paralelismo que todos entenderemos, referiré su condición de objetos agentes y por ello se introducirá la radical distancia con la tradicional concepción pasiva, material e intrascendente de los objetos y cosas tradicionalmente considerados: Si en su momento el concepto de intersubjetividad dio cauce a conceptualizar y solventar la cuestión problemática del solipsismo, ahora el término interobjetividad de los hyperobjetos nos ayudará a comprender la realidad agencial, activa de los mismos y la red vital propia establecida entre los objetos así considerados. Dicho de otra forma: la intersubjetividad es a la posibilidad de ser-en-el-mundo del ser humano, lo que la interobjetividad es a la posibilidad de las cosas de ser-en-el-mundo independientemente de nuestra existencia, de nuestra comprensión o de nuestra mediación.
Continua: “OOO (III): Objetos, Indefinición e Interfaces”