Aztarnak,  Impresiones

Paridad, democracia y poder

Una reflexión al hilo de una agradable lectura y de un 8M dividido

Leyendo el interesante libro de Amelia Valcárcel “Feminismo en el mundo global” he hallado todo un filón, las razones de un mundo que no fue y cuya realidad y plena efectividad, en forma diferida, se comienza a entrever en la actualidad en su entera dimensión. A partir de un somero recorrido histórico de las tres oleadas del feminismo, la autora nos invita a realizar el sano y pertinente ejercicio de intentar una rescritura de la historia y del pensamiento político; ahora, empero, contando con aquellas claves que permanecían silenciadas.

Valcárcel, sin proponer un completo tratado, si que apunta algunas ideas sobre las lagunas que han quedado en espacios del pensamiento a lo largo de la historia a causa de la mutilación de que ha sido objeto. Esas ideas ya son suficientes para ayudarnos a descubrir, por ejemplo, que no sería un desvarío modificar, desde ya, los planes de estudio, por ejemplo, de las carreras de filosofía, sociología o ciencias políticas. Y es que el desarrollo del pensamiento desde Grecia hasta nuestros días es, a la luz de la perspectiva amplia que nos permite la teoría feminista, un proceso falseado, tocado de parcialidad, incompleto.

El punto de vista de Valcárcel no evita alguna referencia a la necesaria autocrítica del feminismo como es el caso de la cuestión de la paridad en la cual se distancia de los postulados fuertes del feminismo. Sostiene que la democracia, valedora del feminismo al tiempo que auténticamente sostenida por éste, no puede pretender que las mujeres sean representadas exclusivamente por mujeres, es decir, la paridad es reivindicable en tanto que es imparcialidad o, puntualmente, necesaria discriminación positiva. “Las mujeres no representan una voluntad separada, femenina, si no que tienen su sitio justo en la voluntad general”, sostiene la filosofa, esto es, en el mismo sitio junto a los hombres para conformar y velar por esa voluntad general. Efectivamente, es ciertamente comprensible que la mitad de la humanidad participe a medias con la otra en la conformación de su futuro y en la gestión de su presente, pero no es menos cierto que ese presente cuenta con elementos de un pasado que se configuó bajo unos presupuestos, demostradamente erróneos y que dichas decisiones erróneas han devenido indefectiblemente en sociedades parciales y mal articuladas que responden, aún, con esquemas igualmente erróneos.

Imagen: La policía de Manchester arresta a una sufragista durante una protesta en la calle, hacia 1905, en pleno apogeo de las acciones en favor del voto femenino. La joven detenida viste la toga que acredita su condición universitaria.

En resumen, que tal vez convenga, si no queremos que esa democracia se esclerotice en un proyecto eternamente pendiente, prolongar y profundizar aun más en las medidas de discriminación positiva y no cerrar en falso el tema de la paridad. Y es que medidas escrupulosamente paritarias en un escenario no paritario no parece que represente la paridad deseada. Y tal apuesta por este radical y justificable anhelo, pasa por adentrarnos en una discriminación positiva que aupe a la mujeres y a las teorías feministas, sin obstáculos, a los núcleos de poder. Tal vez le corresponda al poder masculino dejar espacios de poder en manos de las mujeres y seguir el aportando desde la retaguardia en pos de la democracia y el progreso social, tal y como la mujer ha hecho de forma tranquila y abnegada a lo largo de tantos y tantos siglos.

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