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La Muerte de Danton, Georg Büchner

Resulta cuando menos llamativo que las dos obras teatrales más conocidas sobre la Revolución Francesa (esta presente y “Marat/Sade”) hayan sido escritas por autores alemanes. Imagino que hay una explicación. Al menos hay una motivación contemporánea y directa en el caso de Büchner, pues escribió la suya no más de medio siglo después de los hechos acontecidos, en plena efervescencia de las corrientes políticas a las que dio lugar precisamente en Alemania y en las que participó activamente, siendo perseguido por ello.

Representación de La muerte de Danton, en París. Fotografía de Pascal Gely. Cortesía del Teatro de la Ville de París.

LA MUERTE DE DANTON es una obra llamada a poner en primer plano lo más relevante del discurso de los revolucionarios, aprovechando su más señalada singularidad en la condena de Danton como ejemplo de esa hidra que terminó devorándose a sí misma –aunque el verdadero epítome acabara siendo que el propio Robespierre fuese guillotinado.

Büchner trató de ser preciso recurriendo a fuentes reales y fidedignas para varios de los discursos que pone en boca de los actuantes y la obra se beneficia del poder que tienen sus proclamas. Sin embargo, en mi opinión, pierde fuerza cuando habla el personaje central de la tragedia, Danton, que resulta una y otra vez petulante, apático y poco digno de confianza. Es como si no funcionara hacer de él un héroe trágico en cuya caída se pueda encontrar esa singular belleza que tienen algunos ocasos.

Quizás es que mi acercamiento a la Revolución Francesa me ha llevado a simpatizar más con la lógica de sus fundamentalistas que con la de sus disidentes… Y es que cierta perspectiva histórica nos ha vendido una y otra vez este acontecimiento como el ensayo fallido de unos locos sanguinarios y no como lo que trató de ser y fue: la declaración de los derechos humanos y la igualdad por encima de cualquier privilegio y excusa para la explotación. Aún es sorprendente comprobar cuántas de las políticas sociales más integradoras y justas de las que hoy disfrutamos nacieron a la luz de aquellos años y no de la “benéfica” moderación de nuestras democracias liberales.

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